Este museo, creado en 1927 por el fitopatólogo puertorriqueño Rafael A. Toro, se encarga de investigar la flora y la fauna del país, principalmente la de Antioquia, y cuenta con casi 60 000 especímenes. Durante su historia, ha sido una de las colecciones de plantas más importantes del país y ha contribuido en actividades de investigación botánica y en la documentación de la flora de Antioquia. Te invitamos a conocer las colecciones, los servicios y el contacto.
Creado en 1987 con propósitos académicos e investigativos, este espacio ha permitido colectar, preservar, estudiar, clasificar y determinar los especímenes de hongos fitoparásitos del departamento de Antioquia y otras regiones colombianas; cuenta con 8000 especímenes recolectados desde 1914; en aquel entonces pertenecía a la Escuela Nacional de Agricultura fundada por el gobierno del departamento de Antioquia.
Fue fundado en 1967 y le debe su nombre a quien es considerado uno de los padres de la entomología colombiana; cuenta con 6 colecciones: Taxonómica Central, Económica Central, Taxonómica Didáctica, Formas Inmaduras, Scorpionida y Acarina, y dispone además de una biblioteca y hemeroteca sobre temas taxonómicos. Te invitamos a realizar la visita virtual, conocer los servicios a los que puedes acceder y disponer de información de contacto.
AU.1.B19 (0000070)
Alberto Uribe,1 1989, madera (nazareno), 40 × 200 × 20 cm.
Ubicación actual: vestíbulo del segundo piso del bloque 19, campus El Volador
Esta primera obra pertenece a la escultura abstracta geométrica. Como tal, este tipo de creaciones no acude a ninguna referencia del mundo natural o artificial, no pretende representar algún aspecto de la realidad, una escena o un personaje. La obra abstracta posee plena autonomía en su lenguaje, establece un universo simbólico y un lenguaje propio que se desprende de la tradicional noción mimética del arte, que busca plasmar un objeto o una serie de ellos, reconocibles. De tal suerte, la obra de Uribe debe apreciarse y analizarse desde una perspectiva cerrada en sí misma, sin tratar de identificar algo o relacionarla con algo.
Se trata pues de un juego formal de carácter estético que recurre a una composición que, para el caso, utiliza la geometría pura en sus dos elementos constitutivos y en las relaciones entre ellos. El producto plástico que se obtiene es una combinación de figuras que se perciben como resultado de una operación mental de carácter lógico racional.
Simétrica aborda el concepto mismo de su título; así, se traza un eje vertical imaginario que permite disponer las partes del conjunto de idéntica manera respecto a él. Lo que ocurre a cada lado de dicho eje es lo mismo. Lo que se obtiene en una composición simétrica es equilibrio y orden, que a su vez remite a los conceptos de control, eficiencia, prudencia y sanidad, derivados del uso del raciocinio como facultad propia del ser humano.
Los dos componentes de esta instalación permanente, piezas ortogonales de madera, se disponen en el espacio adosadas a un muro que hace las veces de soporte y respaldo de la obra, pero ligeramente separadas de la pared a unos 7,5 centímetros, lo que crea una espacialidad intencionada en la que fluye la percepción óptica del espectador alrededor de los maderos. Los dos listones, rectangulares en su sección de 6,5 × 3 pulgadas, se abren en diagonal respecto a las coordenadas del muro con un ángulo de noventa grados entre ellos y cuarenta y cinco desde el plano vertical del cerramiento arquitectónico. Están separadas entre sí 9 centímetros. El extremo inferior de los largueros de nazareno se apoya directamente sobre el piso sin transiciones o soportes adicionales, sin espacio de amortiguamiento u otros materiales y sin modificación en su forma; ambos se asientan firmemente dando la sensación de que penetran el plano de base. En la parte superior de ambos fustes, en cambio, se ha cortado la madera con un ángulo de cuarenta y cinco grados que achaflana la terminación para dar un remate a las piezas con otro giro a noventa grados hacia atrás, para recostarse sobre el paredón del vestíbulo de manera ortogonal conformando dos pequeños pórticos rectangulares.
De tal manera, la imagen del conjunto evidencia la precisa definición de la escultura y el dominio de la geometría en la composición y expone la intencionalidad plástica basada en una sencillez abrumadora que conmueve poéticamente por la contundencia gestual.
1 Alberto Uribe Duque (Medellín, Colombia, 1947-v.). Arquitecto de la Universidad Nacional de Colombia, Profesor Asociado de la misma institución adscrito a la Escuela de Artes de la Sede Medellín y también se desempeñó como docente de la Universidad Pontificia Bolivariana. Diseñador industrial y escultor de tendencia abstracto-geométrica con varios trabajos en el espacio público. Hace parte de la denominada “Generación urbana” de Antioquia. Su obra se ha expuesto en muestras colectivas, salones y bienales en varios países. Autor de algunos libros.
AC.3.24.a
Alejandro Castaño,1 2018, madera y piedra pizarra
negra, 12 × 12 × 14 cm.
Ubicación
actual: oficina de la Revista de Extensión
Cultural de la Universidad Nacional de Colombia
Sede Medellín, segundo piso del bloque 24, campus El
Volador
Esta obra del profesor Alejandro Castaño y que el entonces Decano de la Facultad de Arquitectura, Edgar Arroyo Castro, entregó a las diferentes dependencias administrativas de dicha instancia al momento de finalizar su gestión al frente de la Facultad en junio del 2018, como señal de agradecimiento, es la expresión artística de lo que significa una comunidad que trabaja en beneficio del fortalecimiento institucional para consolidar el proyecto de nación que constituye la Universidad Nacional de Colombia. Las piezas que conforman la obra, realizadas con madera de los marcos originales del bloque 24, en el que funciona gran parte de la Facultad y que vio nacer su proyecto académico en 1954, no solo se basan simbólica y materialmente en la historia para proyectarse al futuro, sino que, además, se pueden mover con flexibilidad dentro de la estructura reticulada que las contiene, como representación de la adaptabilidad requerida para los permanentes cambios que el contexto demanda. Así, la pequeña escultura muestra que una dependencia educativa, como la Facultad en cuestión, debe tener la capacidad de cambio y movimiento para afrontar los retos que el veloz mundo establece y para resolver los complejos problemas que surgen en cada momento; en consecuencia, la interpretación que el artista hace lo lleva a proponer un conjunto de elementos móviles para que el espectador interactúe de manera lúdica.
Los nueve cajones cuadrados de la base de madera de la pieza escultórica son nichos que reciben sendos volúmenes verticales de diferentes alturas. Ocho de ellos, como se ha dicho, son de madera reciclada de los marcos de las cerraduras de fachada, que fueron retirados para ser reemplazados por una ventanería metálica, ya que una buena parte del componente original del edificio estaba deteriorado por el paso del tiempo, la intemperie, las plagas y el uso. Solo uno de los esbeltos trozos que se insertan en los vacíos es de piedra pizarra negra, y que contrasta radicalmente con sus homólogos de madera, tanto por el color como por el peso, la dureza, el brillo y la superficie pulida del volumen. De tal manera, se hace un contrapunto en la composición para evitar la monotonía y el monocromatismo, lo que permite romper la imagen con el sutil cambio y otorgarle un aceto de interés plástico a la creación.
Otro detalle que resalta en los nueve componentes del juego creativo es el remate superior con dos planos inclinados que forman un ángulo espacial para recordar la imagen arquetípica de la casa. Es una representación abstracta y elemental del concepto del hogar, de los techados a dos aguas que generan un paisaje angular hacia el cielo y que cobijan amablemente al hogar que albergan. Esta imagen universal, de gran contenido simbólico, remite a todo lo que significa la casa como centro del universo de cada uno, como el recinto sagrado para aislarse del mundo en compañía de los próximos, en la intimidad y la complicidad de lo privado, para establecer un territorio único ligado al corazón, a los sentimientos, al amor maternal y al romántico. La casa como alberge del alma para ver crecer los hijos, para regenerar el ser y para poder afrontar el hacer; lugar de re-creación, de re-carga, de re-alimentación, de reproducción; cofre seguro de protección afincado en la Tierra y lanzado a los dioses celestes. La solidez de los trozos de madera y piedra con los que se materializa la idea refuerza el sentido trascendental, atemporal e infinito. Y aunque el conjunto transmite unidad y genera la imagen de una pequeña aldea o de un sencillo y acogedor conjunto urbano, la individualidad no se pierde, los tonos particulares de cada tronco, las vetas de la madera en cada pieza y las distintas alturas, exponen la variable consistencia de lo colectivo y recuerdan que en la variedad radica la riqueza y la fortaleza. El reconocimiento de las otras expresiones, de los otros modos, de los diferentes tipos, de los múltiples sentidos, orígenes y destinos se manifiestan en la obra representando lo que constituye un rasgo fundamental de una comunidad académica variopinta y repleta de matices.
1 Alejandro Castaño Correa (Medellín, Colombia, 1961-v.). Maestro en Artes Plásticas de la Universidad Nacional de Colombia y Profesor Asociado de la misma institución adscrito a la Escuela de Artes de la Sede Medellín. Diseñador industrial, de escenografías, mobiliarios y joyería de autor. Expone desde 1985 individual y colectivamente en diversos espacios nacionales e internacionales. Primer premio del vii Salón de Arte Joven, del Salón Arturo y Rebeca Rabinovich de 1990 y del iii Salón de Pequeño Formato de la Biblioteca Pública Piloto. Menciones y nominaciones en varios salones, premios y exposiciones. Su obra hace parte de la colección pública de distintos museos, series privadas y particulares.