NE.2.B41, NE.3.B41, NE.4.B41, NE.5.B41
Sin título
Natalia Echeverri,1 2000-2010, acrílico sobre lona
publicitaria, dimensiones varias.
Ubicación
actual: Recepción de la Secretaría de Sede
de la Universidad Nacional de Colombia Sede Medellín
y Secretaría de Sede de la Universidad Nacional de
Colombia Sede Medellín, segundo piso del bloque 41,
campus El Volador
Moravia es un barrio de la comuna Aranjuez, ubicada en el nororiente de Medellín, y está conformado junto al antiguo basurero de la ciudad desde mediados del siglo pasado. El botadero funcionó hasta 1984 y, aunque oficialmente se constituyó en 1977, desde una década atrás, era el destino de los desechos de los medellinenses. La montaña de basura, que llegó a una altura aproximada de treinta metros y en la actualidad es un jardín de unas siete hectáreas, congregó a numerosos campesinos desplazados por la violencia que llegaron en busca de mejores oportunidades hacia la década del sesenta y se instalaron en la zona con el fin de aprovechar los desechos para su sustento. Las precarias viviendas, inicialmente armadas con materiales reciclados (maderas, cartones, telas, plásticos y latas), se fueron consolidando con el tiempo, invadieron progresivamente el sitio y colonizaron el cerro poco a poco cuando el espacio de la base estaba saturado.
De este sector urbano toma el nombre la serie pictórica que Natalia Echeverri elaboró entre el 2000 y el 2010, como uno de los productos paralelos a la tesis realizada en sus estudios posgraduales de la Maestría en Hábitat en la Facultad de Arquitectura de la Sede Medellín de la Universidad Nacional de Colombia. La investigación, dirigida por la profesora Olga Cecilia Guzmán, “Expresiones estéticas del hábitat dentro de una comunidad barrial en transformación”, fue culminada en el 2006. El trabajo académico hace un estudio de los fenómenos constructivos y sociales de Moravia y concluye en una cartografía visual de la piel de “El morro” (como se denomina comúnmente el antiguo botadero).
Las piezas pictóricas que ocupan esta écfrasis son la expresión artística de esa dermis heterogénea que Natalia reinterpreta como una colección superpuesta de estratos geográficos y antrópicos con múltiples sentidos, dinámicas y direcciones. Las pinturas captan los fragmentos y detritus, los escombros y retazos, los movimientos y las instalaciones, la plasticidad de los recintos construidos con lo mínimo, la poética de la habitación de subsistencia, una suerte de espacialidad inconclusa en permanente transformación y evolución, testigo de la movilidad y la recursividad de los moravitas.
La recurrente construcción, destrucción y reconstrucción de los ranchos de los habitantes del barrio queda plasmada en los trazos, las formas y los vectores de las pinturas. Los diversos territorios: los conquistados, los imaginados, los deseados, los dejados, los inventados, los futuros, conforman los elementos que pueblan estos acrílicos de gran fuerza cromática y potente sentido simbólico.
Los cuatro cuadros de mediano formato constituyen un documento plástico mnemotécnico que registra la historia de los habitantes de Moravia y de las primeras versiones de sus casas. El caos rizomático del hábitat y sus implicaciones sociales adquieren la geometría lineal aguda que caracteriza cada pieza para conformar tramas reticuladas de marcada direccionalidad y representar, de manera abstracta, la multiplicidad formal de los elementos y fragmentos de madera, listones, tablones y superficies de todo tipo de materiales reutilizados, con los cuales se instalaban los delimitantes básicos de los cobertizos improvisados
Azules y blancos predominan en la paleta usada con maestría por Echeverri, que pone acentos de color con amarillos, naranjas y rojos para crear un espacio heterotópico de características palimpsésticas. Como señal de la estabilidad deseada y ausente, como eco distante de las aguas desecadas para crear el territorio del sector, o como reflejo celeste en la tierra, los azules que cubren la mayor parte de las superficies de estas lonas hablan también de armonía, de tranquilidad, de cierta serenidad en contrapunto con el abigarrado entorno que se plasma en las pinturas; son, de cierta manera, un símbolo de lo anhelado. Además, los pequeños recuadros blancos y algunos naranja o amarillo, que se pintan sobre otros planos de color, remiten a vanos, como signos domésticos de la interioridad que refuerzan la volumetría arquitectónica de los palafíticos resguardos.
Los valores propios de la realidad matérica del barrio se traducen aquí al lenguaje pictórico sin caer en la simple reproducción mimética. Así, mutación, recuperación, transformación, collage, acumulación, reuso, mixtura, heterogeneidad, combinación y disolución, se convierten en trazos y superficies en estas pinturas de la serie Moravia, con un léxico abstracto geométrico que se hace universal y aplicable a otros rasgos de la cultura y la civilización contemporánea. En los acrílicos de Natalia es Moravia, pero podría ser Ramírez en Bogotá, Pucusana en Lima, Kibera en Nairobi o cualquier otro asentamiento popular de los miles de ciudades del mundo en desarrollo.
1Natalia Echeverri Arango (Medellín, Colombia, 1972-v.). Maestra en Artes Plásticas y Magíster en Hábitat de la Universidad Nacional de Colombia, y Doctora en Artes Visuales de la Universidad Federal de Río de Janeiro, Brasil. Profesora Asociada de la Universidad Nacional de Colombia. Obtuvo primera mención en el xvi Salón Arturo y Rebeca Rabinovich, y segunda mención en el x Salón Colombiano de Fotografía. Becaria del Programa Estudiantes Convenio de Posgraduación pec-pg, da capes/cnpq, Brasil, y del Laboratorio del Hábitat, Isla de la Reunión, Ultramar, Francia. Autora de dos libros, un capítulo, varios catálogos y artículos en revistas y periódicos. Su obra ha sido exhibida en exposiciones individuales en Casa Amarela, Río de Janeiro, Brasil, y en la Escuela Superior de Bellas Artes de la Reunión, Isla de la Reunión, Francia; en muestras colectivas en Armenia, Barranquilla, Cali, Cartagena, Medellín, Pereira y Santa Marta, Colombia; Aveiro, Portugal; Barcelona, España, y en la Isla de la Reunión, Francia.