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[DIÁLOGOS]

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Encendí la señal por cable de la televisión. No lo hacía desde hace mucho tiempo porque al tener dos niños de 2 y 8 años, evito generarles algún sentimiento de “pánico” al exponerlos a la información cotidiana mal presentada, en formato de noticias, generalmente amarillistas.

Esto no lo hacía mi padre, pues las noticias de televisión eran casi el único espacio permitido a la hora de encender esa caja mágica, tan atractiva para las edades pequeñas de mi casa. Desde allí, a mi corta edad, soñé con ser periodista porque, a pesar de que fueron épocas donde Pablo Escobar teñía de sangre la información nocturna, pensaba que esa profesión era fundamental para “cambiar el mundo”.

Me empeñé, a mis 5 años, en pensar que convertirme en periodista me permitiría abrirle las puertas a muchas personas que necesitaban ser escuchadas, a sus historias, maneras de pensar, vivir, ver el mundo, relacionarse, vivir sus conflictos, sobrevivir a la historia de una ciudad, de un municipio, de un país en llamas.

Alcancé mi sueño temprano y de tantas voces que me dio la oportunidad de escuchar la vida, me impactaría para siempre la de una mujer que, en Granada Antioquia, cargaba 3 piedras marcadas con el nombre de sus dos hijos y su esposo.

              “¿Te ayudo a llevar esas piedras?”, le dije
              “No, los hijos no pesan”, me respondió sonriente.

Esas piedras eran el único recuerdo simbólico que podía tener en sus manos de sus seres queridos desaparecidos, de quienes llevaba años sin saber nada; ni siquiera de sus cuerpos para, como ella decía, darles “cristiana sepultura”.

Ahora que tengo dos hijos comprendo el por qué de esa frase, además de que estas voces son nuestra cultura.

Todo este viaje para confesarles que escuchar el anuncio noticioso: “A continuación las noticias de la cultura y el entretenimiento”, me genera apatía. Luego, al pasar al formato de redes sociales siento que nos debemos mucho como sociedad al privilegiar ofreciendo “likes” a publicaciones que no merecen nuestra atención.

Los medios de comunicación, ahora las redes sociales, tenemos la culpa de generar distracciones frente a lo verdaderamente fundamental: conocernos como sociedad, ponernos en el “zapato del otro”, desbanalizar la cultura.

Germán Rey, profesor de la Facultad de Comunicación y Lenguaje de la Universidad Javeriana, en documento trabajado por la Fundación Nuevo Periodismo de Gabriel García Márquez, recordó que los periódicos colombianos fueron lugar importante para la divulgación cultural cada domingo con un suplemento especial y que, al pasar el tiempo, esta tradición se fue perdiendo: “las páginas de los periódicos empezaron a mezclarse con una versión de la cultura, mucho más masiva restándole protagonismo a las manifestaciones tradicionales de la cultura culta, hasta el punto que lo que comenzó lentamente terminó engullendo rápidamente a las concepciones dominantes de la cultura”.

Y al fenómeno de la aparición de la información cultural y farándula, el profesor Rey confirmó una percepción: “La cultura devino farándula y lo cultural simplemente dibujó lo que ya estaba ocurriendo en la vida corriente: la presencia arrolladora de los medios de comunicación y del fenómeno que algunos autores han llamado de “mediatización de la cultura”. El mundo letrado se entremezcló con el mundo televisado, la ficción literaria cedió ante la avalancha de la ficción televisiva”.

Hoy puedo decir ¡En hora buena! una institución pública como lo es la UNAL Medellín trabaja para construir la política cultural que le dará vida a la Red Cultural institucional, una iniciativa que nace de un campus hacia la sociedad. Un trabajo en equipo que impactará desde la comunicación pública para que lo cultural siga siendo el arraigo de todos, para que la ciudadanía cargue con las “piedras” de una sociedad que debería mirar mucho más allá de las redes sociales, y de lo que, como autocrítica por mi profesión, nos muestran los medios de comunicación.

 

Natalia Acevedo Serna
Jefe Oficina de Unimedios